Jesse Eisenberg debuta como director en “A Real Pain”, y aunque las expectativas eran altas, la cinta no decepciona. Su guion, cargado de ingenio y frescura, se convierte en la columna vertebral de una película que sorprende por su equilibrio entre lo conmovedor y lo reflexivo.
El verdadero corazón de la cinta, sin embargo, es la actuación de Kieran Culkin, quien despliega su carisma característico y nos atrapa con un personaje que, aunque recuerda al que interpreta en Succession, se distingue por un toque de ternura que lo hace más cercano y empático. Su interpretación es magnética, y logra que el espectador se sienta involucrado en cada una de sus emociones.
La trama aborda un tema tan delicado como el Holocausto, pero lo utiliza más como telón de fondo que como eje central. Este contexto sirve para que los personajes se embarquen en un viaje de autodescubrimiento, donde las relaciones y los diálogos entre ellos son los verdaderos protagonistas. En este sentido, las interacciones entre Eisenberg y Culkin son un espectáculo por sí solas. Sus intercambios son tan rápidos y cargados de significado que uno podría necesitar pausar la película para captar cada detalle.
“A Real Pain” es una película que sorprende por su habilidad para mezclar humor, sensibilidad y reflexión. Eisenberg demuestra un talento prometedor como director, logrando conmover y sacarnos unas lágrimas en algunos momentos inesperados. Una obra fresca, ingeniosa y profundamente humana que merece ser vista.
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