Una nueva reinterpretación del clásico “Nosferatu” ha llegado bajo la dirección de Robert Eggers, reconocido por su estilo visual y narrativo único. Aunque se trata de una historia que sigue la misma línea de las adaptaciones previas de Drácula, esta versión logra destacarse gracias a su enfoque estilístico y a las decisiones artísticas del director.
Eggers, conocido por “La Bruja” y “El Faro”, ha optado por un tratamiento menos intenso en términos de terror puro, lo que ha generado opiniones divididas. Si bien la película no alcanza los niveles de inquietud esperados por algunos, se destaca como una obra visualmente impactante. La dirección y la fotografía son dos de los grandes aciertos de la cinta, creando una atmósfera que combina belleza y tensión.
El punto más alto de la película es, sin duda, la interpretación de Bill Skarsgård como el Conde Orlok. Transformado en un personaje completamente irreconocible, Skarsgård logra transmitir una incomodidad fascinante en cada aparición, consolidándose como el gran protagonista. Por otro lado, las actuaciones de Nicholas Hoult y Lily-Rose Depp también brillan, aportando profundidad a sus respectivos personajes. Sin embargo, Aaron Taylor-Johnson queda un poco opacado en su desempeño, lo que resta algo de fuerza al conjunto.
A pesar de los elogios visuales, el guion pierde algo de impacto al priorizar escenas impactantes sobre el desarrollo narrativo. Este desequilibrio puede dejar a algunos espectadores con la sensación de que la historia se diluye en ciertos momentos. Sin embargo, cuando la película se adentra en lo grotesco y abraza el terror, consigue recuperar fuerza y manteniéndose fiel a la esencia del clásico.
“Nosferatu” de Eggers es una obra que combina elementos tradicionales con una visión fresca. Aunque no es la película más terrorífica del director, se posiciona como una joya visual que vale la pena disfrutar, especialmente para los amantes del cine de autor y los seguidores de las historias clásicas de vampiros.
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